El encuentro es el método de este movimiento carismático que poco a poco se está propagando y
dañando las iglesias en América Latina. Este método se apoya en los pre-encuentros, encuentros y post-encuentros y reencuentros. Personalmente no desecho el todo de este método pero hay
aspectos doctrinales que sutilmente están en este método.
EL PRE-ENCUENTRO: Es la etapa de preparación para el encuentro donde se orienta a la
persona sobre los temas que serán vistos y ministrados durante el encuentro. Si una persona no
toma todas las clases, no puede asistir al encuentro. Los asistentes hacen el compromiso de no
contar lo que se les dice en estas reuniones. Esto parece bastante místico.
EL ENCUENTRO: Es el retiro espiritual al que es llevado todo aquel que fue fiel al preencuentro. Por espacio de tres días la persona es apartada de su vida cotidiana para que reafirme su encuentro personal con Jesucristo. El creyente es ministrado sobre la seguridad de la salvación, según ellos es la verdadera conversión porque aquí la persona, si llora su pecado y tiene un arrepentimiento genuino. En estas reuniones es prohibido hablar con su compañero. Es bien sugestivo con música de fondo donde es llamado a buscar uno a solas con Dios. La persona debe confesar sus pecados uno a uno, nombre por nombre desde el pasado. Esto más parece una
regresión donde la gente termina llorando. Los creyentes debemos volver a la Palabra donde se nos dice en 2 Co. 5:17, “de modo que si alguno está en Cristo nueva criatura es”, también 1 Juan 1:9 nos dice que “si confesamos nuestros pecados El es fiel y justo para perdonar nuestros pecados”. El encuentro espera que las personas serán transformadas, renovarán su corazón y luego podrán serguías de multitudes.
En el encuentro se trata sobre la liberación (la quiebra de maldiciones). Ellos se basan en Dt. 11:26; Dt. 30:19; Efesios 5:15-16. Consideran que las maldiciones pueden haber entrado por los padres, abuelos o bisabuelos. Pasan por alto lo que dice Ezequiel 18:20 “el alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará la iniquidad del padre, ni el padre llevará la iniquidad del hijo”. Proverbios 3:33 dice “la maldición de Jehová está en la casa del impío, pero bendecirá la morada de los justos. Jeremías 31:29-30 “en aquellos días no dirán más: los padres comieron las uvas agrias y los dientes de los hijos tienen dentera, sino que cada uno morirá por su propia maldad; los dientes de todo hombre que comiere las uvas agrias, tendrán la dentera”. En el Nuevo
Testamento encontramos en Gálatas 3:13, “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: maldito todo el que es colgado en un madero)”.
Colosenses 2:14-15, “anulando el acta de los decretos que había contra nosotros que nos era
contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, y despojando a los principados y a las
potestades, los exhibió públicamente triunfando sobre ellos en la cruz.”
La Sagrada Escritura es clara en decirnos que en Cristo ya fuimos justificados del pecado (Romanos 6:6-7). A ellos se les olvida que el pecado imputado se transmite directamente de Adán a cada individuo en cada generación. El pecado de Adán nos fue imputado directamente, no por medio de mis padres, y la de ellos, de los suyos. El pecado heredado es una transmisión mediata, puesto que pasa a través de todos los mediadores en las generaciones entre Adán y yo. Y que el remedio para el pecado imputado es la justicia imputada de Cristo. Al momento de uno creer, la justicia de Cristo se le acredita o imputa a ese individuo.
Ahora si hablamos de los pecados personales, estos estrictamente no se transmiten de un individuo a otro o de una generación a otra. Cada persona comete sus propios pecados. Los efectos de los pecados personales sí se transmiten en el sentido de que nuestros pecados afectan a otros, pero cada uno tiene que sufrir las consecuencias de sus propios pecados. El remedio de los pecados personales es el perdón. Para el no creyente que recibe a Cristo ese perdón cubre toda la culpabilidad de sus pecados (Efesios 1:7) y para el creyente ese perdón restaura el disfrute de la comunión en la familia de Dios (1 Juan 1:9). Para ser liberado no necesariamente se necesita asistir a un “encuentro” sino tener un verdadero encuentro con Cristo para recibir el perdón de nuestros pecados.
Durante el encuentro se habla sobre la cura interior a los asistentes. Se inicia haciendo regresión y en algunas veces se apagan las luces mientras se hace remembranza de los pecados pasados y
terminando con una oración juntamente con el que está dirigiendo. Se pasa ungiendo a las personas y muchas personas caen al suelo supuestamente por el poder del Espíritu Santo. Debemos entender que Cristo no nos mandó a botar gente sino a buscar a los perdidos y discipularlos. Es mejor caminar en el Espíritu que ser botado por el Espíritu. Porque lo que Dios quiere es que nosotros seamos llenos del Espíritu Santo (Efesios 5:18), que mostremos el fruto del Espíritu Santo (Gálatas 5: 22-25) y que andemos según el Espíritu Santo. Esto es un estilo de vida y no de tres días intensos, místicos.
EL POST-ENCUENTRO: Son testimonios de lo que han alcanzado en los encuentros. El objetivo es la consolidación. Siempre se pide un silencio absoluto de lo acontecido. Se pide sumisión al liderazgo.
CONCLUSIONES
1. Hay aspectos finos de doctrina que están en el programa y en el contenido de esta visión
carismática. La cual no se puede sustentar con interpretación seria y sana de la Palabra. A lo
cual, los pastores no nos debemos emocionar aunque nuestra iglesia no esté creciendo como
quisiéramos.
2. Los pastores debemos reflexionar nuestro pastoreo y si nuestras actividades llevan
espiritualidad. Necesitamos equilibrio en nuestras actividades.
3. Tenemos que aprender alguna cosa positiva de los encuentros y es que la ministración debe
ser de acuerdo a las necesidades. Claro que no lo haremos de la misma manera ni con el
mismo pensamiento pero debemos pastorear con propósito. Tener más oración como grupo.
4. No necesitamos ser tan místicos para ser espirituales.
5. Los creyentes debemos vivir comprometidos y agradecidos obedeciendo a nuestro Señor
por la salvación que nos ha dado.
6. No debemos vivir recordando los pecados pasados si ya los confesamos ya nos perdonó y
debemos seguir adelante y ya no volverlos a practicar.
7. Nosotros no estamos vacunados cien por ciento del pecado para toda la vida. Y estas
personas pasarán una vida de encuentro a encuentro, cada vez encontrando a Dios. Y usted
puede encontrar al Señor cada momento que le busca.
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